La prostitución es un negocio que permanece vivo desde los anales de la historia,
no en vano, la misma Biblia nos narra la historia de María Magdalena, donde ya en
tiempos de Cristo, era una profesión totalmente arraigada en las costumbres sociales
de la época.
En la España de los Austrias (s. XVI), para que una joven pudiese entrar en una mancebía,
o casa pública de prostitución, tenía que acreditar con documentos ante el juez de su
barrio ser mayor de doce años, haber perdido la virginidad, ser huérfana o haber sido
abandonada por la familia, siempre que ésta no fuese noble. El juez procuraba disuadir de
sus torcidos intentos a la aspirante con una plática moral, y si no la convencía, le otorgaba
un documento, donde la autorizaba para ejercer el oficio.
ESTA ES LA HISTORIA DE 5 PROSTITUTAS Y UN PUEBLO.
Que en la actualidad quiere levantar un monumento a las 5 prostitutas.
María Juliache, española, soltera, de 28 años; Angela Fortunato, argentina, casada, 31;
Consuelo García, soltera, argentina, 29; Amelia Rodríguez, argentina, soltera, 26; y
Maud Foster, inglesa, soltera,
En San Julián
Al despuntar el siglo XX un prostíbulo abrió sus puertas en aquel pueblo ubicado en la
provincia de Santa Cruz, 1.800 kilómetros al sur de Buenos Aires, sobre el levante de la Patagonia, inconmensurable meseta austral barrida por los vientos furiosos de la cordillera
de los Andes y el Atlántico.
Esos territorios del fin del mundo habían sido arrebatados a sangre y fuego a los aborígenes nativos y se habían convertido en propiedad de un puñado de latifundistas -ingleses,
escoceses y españoles.
La mayoría criaba rebaños de ovejas, bajo la protección del Imperio Británico, y producía
lana que enviaba a la metrópoli. Pero Londres empezó a importar lana desde Australia y
Nueva Zelanda con lo cual bajaron los precios y sobrevino la crisis en el sur argentino,
donde empeoraron las condiciones de trabajo.
Entonces los peones de campo, en su mayoría chilenos y europeos, más algunos
argentinos, se alzaron en protestas.
Las demandas laborales eran simples: pago de salario en metálico y no con bonos; un
paquete mensual de velas, para iluminar el barracón por las noches, y un catre para
cada trabajador; botiquines con instrucciones en castellano y no en inglés; menú más
variado que la carne de cordero como plato único, entre otras exigencias.
La negativa de la patronal a oír aquel petitorio desencadenó en 1921 una primera huelga
masiva, dirigida por los anarquistas llegados de Europa, entre ellos, el gallego Antonio Soto Canalejo, de El Ferrol.
El movimiento social arribó a un acuerdo con la patronal Sociedad Rural de Santa Cruz
dirigida por el español Ibón Noya, a su vez presidente de la ultraderechista Liga
Patriótica Argentina-
Unos 1.500 trabajadores, excepto Soto, que se fugó a caballo a Chile, cayeron muertos
bajo las balas de los máuser y fueron enterrados en fosas colectivas y anónimas.
Uno de esos osarios aún hoy está dentro de la estancia (cortijo) La Anita, que entonces
era propiedad del asturiano José Menéndez.
Como fusilar había sido un oficio agotador, llegó el momento del descanso. Varela no era
nada zonzo y el 17 de febrero de 1922 autorizó a sus hombres a ir al prostíbulo de San Julián mientras aguardaban el barco que los transportara a Buenos Aires.
Se avisó a Paulina Rivera, dueña del prostíbulo, de que iban a ir los soldados.
Pero cuando éstos se acercan al lupanar la dueña les dice que las cinco prostitutas
se niegan.
Ellos lo toman como un insulto al uniforme de la Patria.
Conversan entre ellos, se animan y a la fuerza tratan de meterse dentro.
Pero salen las cinco pupilas con escobas y palos y los enfrentan al grito de "asesinos", "porquerías" y "con asesinos no nos acostamos". El alboroto es grande.
Los soldados hacen gestos de sacar las armas pero retroceden y cruzan a la acera de
enfrente. También les gritan "cabrones malparidos" y según el posterior parte policial
otros insultos obscenos propios de mujerzuelas».
Aquel quinteto de prostitutas, que tuvo el coraje de cerrar sus piernas como gesto de
rebelión, estaba conformado por María Juliache, española, soltera, de 28 años;
Angela Fortunato, argentina, casada, 31; Consuelo García, soltera, argentina, 29; Amelia Rodríguez, argentina, soltera, 26; y Maud Foster, inglesa, soltera, 31, y "de buena familia",
según consta en el acta de la comisaría de San Julián, a la que las cinco fueron a parar.
Las metieron a todas juntas en un calabozo pequeño, con espacio para un solo detenido.
Les pegaron y arrojaron agua fría. Después les prohibieron ejercer su oficio y les negaron la libreta sanitaria.
Sin embargo, 30 años después la inglesa Foster regresó a San Julián y, ya señora mayor,
volvió al prostíbulo como madama.
Sólo resta, pues, el monumento a las valientes chicas , en cuyo viejo edificio casi un siglo
después funciona algo parecido, aunque con otro nombre y maquillado de discoteca.
Esta historia nos demuestra que la revolución se puede hacer desde un prostíbulo
Los lectores de mí blog se extrañaran que hoy les cuente una historia de Argentina,
cuando normalmente lo hago de mí tierra "Cataluña". Nada más lejos de la realidad
pues el prostíbulo.................
no en vano, la misma Biblia nos narra la historia de María Magdalena, donde ya en
tiempos de Cristo, era una profesión totalmente arraigada en las costumbres sociales
de la época.
En la España de los Austrias (s. XVI), para que una joven pudiese entrar en una mancebía,
o casa pública de prostitución, tenía que acreditar con documentos ante el juez de su
barrio ser mayor de doce años, haber perdido la virginidad, ser huérfana o haber sido
abandonada por la familia, siempre que ésta no fuese noble. El juez procuraba disuadir de
sus torcidos intentos a la aspirante con una plática moral, y si no la convencía, le otorgaba
un documento, donde la autorizaba para ejercer el oficio.
ESTA ES LA HISTORIA DE 5 PROSTITUTAS Y UN PUEBLO.
Que en la actualidad quiere levantar un monumento a las 5 prostitutas.
María Juliache, española, soltera, de 28 años; Angela Fortunato, argentina, casada, 31;
Consuelo García, soltera, argentina, 29; Amelia Rodríguez, argentina, soltera, 26; y
Maud Foster, inglesa, soltera,
En San Julián
Al despuntar el siglo XX un prostíbulo abrió sus puertas en aquel pueblo ubicado en la
provincia de Santa Cruz, 1.800 kilómetros al sur de Buenos Aires, sobre el levante de la Patagonia, inconmensurable meseta austral barrida por los vientos furiosos de la cordillera
de los Andes y el Atlántico.
Esos territorios del fin del mundo habían sido arrebatados a sangre y fuego a los aborígenes nativos y se habían convertido en propiedad de un puñado de latifundistas -ingleses,
escoceses y españoles.
La mayoría criaba rebaños de ovejas, bajo la protección del Imperio Británico, y producía
lana que enviaba a la metrópoli. Pero Londres empezó a importar lana desde Australia y
Nueva Zelanda con lo cual bajaron los precios y sobrevino la crisis en el sur argentino,
donde empeoraron las condiciones de trabajo.
Entonces los peones de campo, en su mayoría chilenos y europeos, más algunos
argentinos, se alzaron en protestas.
Las demandas laborales eran simples: pago de salario en metálico y no con bonos; un
paquete mensual de velas, para iluminar el barracón por las noches, y un catre para
cada trabajador; botiquines con instrucciones en castellano y no en inglés; menú más
variado que la carne de cordero como plato único, entre otras exigencias.
La negativa de la patronal a oír aquel petitorio desencadenó en 1921 una primera huelga
masiva, dirigida por los anarquistas llegados de Europa, entre ellos, el gallego Antonio Soto Canalejo, de El Ferrol.
El movimiento social arribó a un acuerdo con la patronal Sociedad Rural de Santa Cruz
dirigida por el español Ibón Noya, a su vez presidente de la ultraderechista Liga
Patriótica Argentina-
Pero tras el incumplimiento del pacto volvió la huelga general al ámbito rural.
Así que la legación de Su Majestad imperial en Buenos Aires, inquieta por el cariz
que tomaba la revuelta, preguntó a las autoridades argentinas qué planeaban hacer
para salvaguardar de forma eficaz los intereses británicos.
La mejor idea del Gobierno del presidente argentino Hipólito Irigoyen
fue enviar al X Regimiento del Ejército, que se desplazó al mando del teniente coronel
Benigno Varela.
Este oficial ordenó la caza y fusilamiento de los huelguistas.
Así que la legación de Su Majestad imperial en Buenos Aires, inquieta por el cariz
que tomaba la revuelta, preguntó a las autoridades argentinas qué planeaban hacer
para salvaguardar de forma eficaz los intereses británicos.
La mejor idea del Gobierno del presidente argentino Hipólito Irigoyen
fue enviar al X Regimiento del Ejército, que se desplazó al mando del teniente coronel
Benigno Varela.
Este oficial ordenó la caza y fusilamiento de los huelguistas.
Unos 1.500 trabajadores, excepto Soto, que se fugó a caballo a Chile, cayeron muertos
bajo las balas de los máuser y fueron enterrados en fosas colectivas y anónimas.
Uno de esos osarios aún hoy está dentro de la estancia (cortijo) La Anita, que entonces
era propiedad del asturiano José Menéndez.
Como fusilar había sido un oficio agotador, llegó el momento del descanso. Varela no era
nada zonzo y el 17 de febrero de 1922 autorizó a sus hombres a ir al prostíbulo de San Julián mientras aguardaban el barco que los transportara a Buenos Aires.
Se avisó a Paulina Rivera, dueña del prostíbulo, de que iban a ir los soldados.
Pero cuando éstos se acercan al lupanar la dueña les dice que las cinco prostitutas
se niegan.
Ellos lo toman como un insulto al uniforme de la Patria.
Conversan entre ellos, se animan y a la fuerza tratan de meterse dentro.
Pero salen las cinco pupilas con escobas y palos y los enfrentan al grito de "asesinos", "porquerías" y "con asesinos no nos acostamos". El alboroto es grande.
enfrente. También les gritan "cabrones malparidos" y según el posterior parte policial
otros insultos obscenos propios de mujerzuelas».
Aquel quinteto de prostitutas, que tuvo el coraje de cerrar sus piernas como gesto de
rebelión, estaba conformado por María Juliache, española, soltera, de 28 años;
Angela Fortunato, argentina, casada, 31; Consuelo García, soltera, argentina, 29; Amelia Rodríguez, argentina, soltera, 26; y Maud Foster, inglesa, soltera, 31, y "de buena familia",
según consta en el acta de la comisaría de San Julián, a la que las cinco fueron a parar.
Las metieron a todas juntas en un calabozo pequeño, con espacio para un solo detenido.
Les pegaron y arrojaron agua fría. Después les prohibieron ejercer su oficio y les negaron la libreta sanitaria.
Sin embargo, 30 años después la inglesa Foster regresó a San Julián y, ya señora mayor,
volvió al prostíbulo como madama.
Sólo resta, pues, el monumento a las valientes chicas , en cuyo viejo edificio casi un siglo
después funciona algo parecido, aunque con otro nombre y maquillado de discoteca.
Esta historia nos demuestra que la revolución se puede hacer desde un prostíbulo
Los lectores de mí blog se extrañaran que hoy les cuente una historia de Argentina,
cuando normalmente lo hago de mí tierra "Cataluña". Nada más lejos de la realidad
pues el prostíbulo.................
Se llamaba " LA CATALANA "
Hasta pronto.
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